Su madre murió de drogas, y es de padre desconocido.
Ella vive con la abuela, y desde que llegamos allá, se subió a los brazos de Pilar, y no hubo cómo arrancarla.
Creó un vínculo motivador entre ella y Pilar, hasta el punto de rasgar su corazón hasta donde más duele. Porque la impotencia y el cariño se unen en un punto desesperanzador, entre la realidad de ella y la de esa niña.
Hoy, a kilometros de toda esa tierra impactante, alzamos nuestro clamor al cielo, porque si en alguien hay esperanza, es en Jesús, si en alguien hay sanidad es en Jesús, si de alguien sale nuestros recursos es de Jesús, y si alguien es dueño del tiempo ese es Jesús.
Las lágrimas, Dios las ve, las siente, y le tocan. Dios recuerda aquel momento, del que yo misma sentí que era especial, a pesar de las circunstancias. Y el corazón de cada uno de esos niños, indefensos, sin recursos, sin familia, y sin salud, se clavan en el suyo.
Hoy, oramos por Esther, y oramos por Pilar.
Estamos pendientes de recibir noticias desde Costa de Marfil referente a Esther, en cuanto sea posible informámos del estado de la niña y su enfermedad. Ayúdanos a interceder por ella.
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