Encontré rebuscando en la basura a Koffi. Era bajito de tez muy oscura y el cabello encrespado y rojizo. Le ofrecí agua y algo de comer que llevaba en el todo terreno. Poco a poco fui ganando su confianza y koffi me miraba con esa mirada pícara y viva, demasiado viva para un crío de apenas 12 años.
Algunos más se habían acercado al vehiculo. Unos decían a grandes gritos que eran guerreros descendientes de guerreros. Koffi me tiraba de la camisa y me decía casi susurrando por temor a ser oído; yo si se lo que es luchar. Koffi no era marfileño, nació en Liberia y contaba como antiguos combatientes liberianos les habían ofrecido a el y a un grupo de chicos entre 300 y 400 dólares estadounidenses para que se dirigieran a Costa de Marfil para combatir por cuenta del gobierno marfileño. Algunos les habían ofrecido hasta arroz y ropa afin de animar a sus amigos a hacer lo mismo.
Koffi no tardó mucho en alejarse después de haber sacado algunas monedas y a veces se giraba y bailaba mientras me decía “blanco dame tu dinero”.
Siempre había imaginado que tanto unos como otros, que se llaman leales a un gobierno y otros que lo quieren derrocar luchaban con las mismas armas, el mismo odio, y hasta con la misma carne de cañón.
Unos secuestraban a los niños intimidándoles con amenazas de muerte y drogas. Otros los corrompían con dólares de curso legal para que regasen con su joven sangre la tierra de su país o del que no les había visto nacer como era el caso del joven Koffi.
Acuérdate de esta gente en tus oraciones, de estas cortas vidas que supuran experiencia sin haber apenas vivido. Que el Dios de misericordia sigua abriendo su mano amorosa para que estos que tanto han perdido y sufrido alcancen la paz que nace de su corazón. Oremos para que Costa de Marfil entre en una era de quietud.
Francisco Castillo
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