Muchos niños han podido asistir, unos 800 niños y niñas que con lo puesto y un plato de aluminio, han llegado en camionetas, o andado hasta 70 kilómetros para llegar al campamento. Muchos al llegar se abrazaban, y danzaban de alegría al celebrar, no sólo que podían verse, sino que estaban vivos.
De rincones impensables asistieron, desde aldeas remotas, tocando con la frontera de Guinea Conakry, y pueblos donde oir de Jesús es imposible... ya que son pueblos animistas.
Cargados de silencio personal, tras la dureza de lo visto y vivido, se acercan con más heridas de lo que un niño puede soportar... y lo trasforman todo en fiesta, con sus risas y sus bailes, al ritmo del tam-tam, lo que es duro de entender para la mente blanca.
¡Están vivos!... ¡están juntos!... ¡están agradecidos!... ¡ y viven el momento!
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